Esta, la vida es una novela muy breve escrita a cuatro manos por Mónica Rodríguez y Gonzalo Moure y editada por Edelvives en su colección Alandar. (¿Cuántos libros de Mónica Rodríguez reseñaré este año? se admiten apuestas). Una novela que nos narra un ciclo dentro del ciclo sin fin (que dirían en el Rey León) que es la vida. Y la muerte.
No te miento si te digo que nunca había leído una historia como esta. Los autores se meten en la piel de una hembra de leopardo y de un impala que viven en la sabana africana (como no podía ser de otra manera, claro). Cada uno lleva su existencia acorde a su naturaleza, a sus instintos, a sus imprimaciones ancestrales que les hacen actuar como el animal que son y no de otra forma.
La hembra de leopardo es una cazadora. Huele, rastrea, escucha, acecha y mata. Pero por su condición de hembra, también pare, cría, alimenta y protege.
El impala es un animal que vive en manada y en constante alerta, pendiente de los depredadores que lo acechan. En el grupo se cuidan los unos a los otros, se asean, se protegen.
Y esto que te acabo de contar, que podría pertenecer a un documental de naturaleza, de repente se torna en una historia de una belleza extraordinaria. Porque nos metemos en la piel de esa leopardo, de sus recuerdos, de su dolor, de su hambre y de su miedo. Y en la de ese impala solitario que busca una manada, deseoso de entregar su vida por ella si hiciera falta. Porque sin la manada es solo una presa fácil. No es nada.
Supervivencia.
Ese es su factor común, aquello que rige sus vidas, sus actos, sus comportamientos y sus decisiones. Dos maneras de sobrevivir muy diferentes pero cargadas de emoción y de lucha.
«Desconsuelo e inquietud. Estoy sentada frente a la madriguera, husmeando el aire en busca de una señal, gruñendo. Llamo y llamo a Gurgunra y Rugngru. Muevo las orejas hacia los lados, las estiro y escucho hasta el último aliento del bosque y más allá, en la explanada que cruza el río. Pero no están en las cigarras que comienzan su canto, no están en los alaridos de los monos ni en el silbido esporádico de algún pájaro. Se hace de noche. Si no los encuentro pronto, ya no habrá esperanza. La noche es nuestra aliada, pero también nuestra enemiga. Acaba con los desprotegidos, pacta con la muerte.»
Es un placer leer a estos dos autores y sentirte un animal en medio de la sabana; empatizar con el cazador y con la presa; sufrir con ellos, por ellos, llenarte de ternura, de maternidad, de manada y de deseo. Y que consigas empatizar de una manera tan instintiva con un impala y un leopardo es algo que, desde mi punto de vista, tiene mucho mérito.
Porque, al final, de lo que nos hablan es de la vida, de todo aquello que nos separa y todo lo que nos une. De nuestras diferencias y de nuestros lugares comunes; el dolor, el miedo, el amor, el instinto, el deseo…
La atención plena.
Está escrito desde la tensión de las vidas de estos dos animales, pero también desde algo que ahora está muy de moda y que tanto nos cuesta practicar: la presencia. Leopardo e Impala son presencia pura, son vivir al segundo. Son pararse a escuchar el murmullo de un arroyo porque tienes sed y necesitas agua o estar pendiente del ocaso porque tu cazador va a salir a buscarte; son el calor de tu cría durmiendo pegada a ti. Son olor, belleza, presente. Tienen un pasado que les ha enseñado a sobrevivir y un futuro que es lograrlo un día más. Pero su expectativa es el día a día. Presente.
Esta novela está ya descatalogada pero todavía puedes encontrarla en algunas librerías y si no, siempre puedes acudir a una biblioteca o buscarla de segunda mano. De verdad, si tienes la oportunidad, búscala. Se lee en un momento y se saborea un buen rato. Como curiosidad, te cuento que la última palabra de cada capítulo es la primera del siguiente. Se van alternando la voz del leopardo y la del impala. Este juego de los autores es uno de esos detalles que te gusta encontrarte y que te hilvanan la historia de estos dos animales de esa manera tan deliciosa.
En cuanto a los autores, de Mónica ya te hablé en la reseña de Un gorrión en mis manos que puedes leer aquí. Y bueno ¿Qué más puedo decir? Ella y sus libros son tan fantásticos que me temo que vas a oír hablar de ellos por aquí bastante.
Gonzalo Moure es, al igual que Mónica, un escritor de literatura infantil y juvenil que ha ganado a lo largo de su carrera numerosos premios, entre ellos el Cervantes Chico. Con Lili libertad obtuvo el Premio El Barco de Vapor de 1995, mientras que con El síndrome de Mozart se llevó el Premio Gran Angular de literatura juvenil en 2003. Es un autor comprometido que en sus novelas trata temas humanitarios y ecologistas. Participa, también con Mónica, en el Proyecto Bubisher del que te hablé en su día, cuyo objetivo es llevar libros y cultura, al fin y al cabo, a los campamentos de Refugiados Saharawis.
Me gustaría saber qué acogida tiene este libro entre el público adolescente ya que no es una novela juvenil al uso. A mí me dejó muy impactada y me pareció una delicia meterme en la piel de esos dos animales. Si la has leído o la lees déjame un comentario y cuéntame qué te ha parecido, me interesa mucho tu opinión.
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Y con esto y un babuino a leer haciendo el pino
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