Un pijama para Robin es un chocolate envuelto en papel muy brillante; una historia de amistades, casas y personas que se convierten en hogar. Un libro de Chiki Fabregat de los de quedarte con el corazón calentito y una sonrisa en los labios.
Marian
Marian y Javi son amigos. Javi tiene un conejo como mascota. Un conejo que saca a pasear y del que habla a todas horas. Marian no tiene ninguna mascota, pero le gustaría. Un día llega a sus manos un papel con la foto de un chico con un gato en brazos. El cartel reza “Busco familia”. La niña enseguida empieza a maquinar, pues desea tener un gato con todas sus fuerzas.
Al día siguiente, al llegar al cole, se llevará una gran sorpresa, pues el chico de la foto, Robin, es su nuevo compañero de clase. Marian hará todo lo posible por hacerse amiga de Robin, y que este la vea como la candidata perfecta para quedarse con el gato. Sin embargo, Robin no habla, así que para Marian será todo un reto poder comunicarse con él.
Marian y Robin
El plan de la niña va sobre ruedas y no solo consigue captar la atención de Robin, sino que este vaya a su casa, se lleve al gato, e incluso se quede a dormir todo un fin de semana. El que Robin no hable resulta no ser una barrera tan grande como Marian había pensado y pronto surge entre ellos una relación de amistad con tiras y aflojas, subes y bajas, pijamas de planetas, un sheriff de Nottingham, juegos en el jardín y aventuras nocturnas que hacen que, poco a poco, esa amistad vaya creciendo en cariño y admiración.
«Nos pusimos en la fila para entrar. Por suerte, nos colocamos por orden de lista, así que había seis niños más entre Javi y yo y no tuve que seguir hablando con él ni escuchando que el conejo es el mejor animal del mundo. Fernando, que es nuestro profe, se puso al lado del chico de la capucha, abrió la puerta de clase y nos dijo que entrásemos. Al pasar por su lado, oí que le decía al señor simpático que dejase el monopatín a Julián y que ojalá encontrasen pronto familia. Casi se me para el corazón. Bueno, igual eso es un poco exagerado, porque si se me para el corazón me muero, que lo hemos estudiado, pero se me puso una sonrisa tonta, como esa risa que te da cuando ves a alguien resbalarse, que no quieres reírte, pero te ríes. Si aún buscaban familia, es que aún tenían al gato. Y si él tenía un gato y no lo quería y yo no tenía gato, pero sí lo quería…En fin, en mi cabeza todo tenía mucha lógica. Solo necesitaba un plan. Lo del plan tendría que pensarlo despacio, pero el primer paso era hacerme amiga de ese chico, así que, cuando Fernando entró con él y dijo que era nuestro nuevo compañero, levanté la mano y, sin esperar a que me preguntase qué quería, dije:
—Abdel lleva tres días sin venir, puede sentarse en su mesa.
Unos días antes, cuando Fernando nos había dicho que Abdel tenía varicela y que no vendría a clase en dos semanas, me enfadé un poco, porque es muy aburrido tener al lado una mesa vacía, pero mientras el chico de la capucha venía hacia mí, me alegré muchísimo de que estuviera enfermo. Luego me sentí un poco mal, porque el pobre Abdel no tenía culpa de nada, pero seguro que ya no le picaban los granos y que le habían hecho un montón de regalos y comida rica, que es lo que hace todo el mundo cuando estás enfermo. Y, además, qué es una varicela comparada con tener gato. Seguro que Abdel entendía que me hubiera puesto contenta».
Un pijama para Robin, Chiki Fabregat
Un pijama para Robin
Un pijama para Robin es un libro tierno y divertido. La voz de Marian, la niña protagonista, es la que nos lleva por la historia; la voz de una niña con las cosas claras, con una lógica (de niña) aplastante y muy divertida en sus razonamientos. Como te decía al inicio, un libro que lees con una sonrisa, que te va calando, que traspasa la piel y te acaricia el corazón con suavidad. Una historia que es casa, que es hogar, porque tu casa está donde dejas tu pijama, y el pijama de planetas de Marian es un poco de todos los que leemos el libro.
Si te gusta escribir…
Fíjate en dos cosas: por un lado, mira cómo comienza la historia. El primer párrafo es muy importante, porque es en el que vas a captar la atención del lector. Chiki es una experta en estas cosas y aprovecha una anécdota familiar (que al padre de Marian se le ha quemado el arroz) para meternos de lleno en la historia y en el día en que todo cambió (gracias a ese arroz quemado). Por otro lado, cuando se escribe desde la voz de una niña es muy importante que esta voz sea creíble y, una vez más, Chiki lo hace de forma magistral: no solo nos creemos a Marian, es que vemos a Marian, entendemos a Marian y estamos ahí, pegaditos a ella, sufriendo por conseguir el gato, encariñándonos de Robin, descubriendo que las cosas no son como parecen. Usa un lenguaje que es acorde a la edad de Marian y a su experiencia vital.
Si quieres leer más reseñas de libros de Chiki Fabregat te dejo aquí las de Cuando la luna llora , El Cofre de Nadie y Recuérdame por qué he muerto
Abrazos en pijama