Alma y la isla es otra belleza de Mónica Rodríguez que nos cuenta la relación de Alma, una Reina de Saba rescatada del mar, y de Otto, un príncipe que se ve destronado en su propia casa y lucha con sentimientos encontrados.
Otto vive en una isla en la que la mayoría de los hombres se dedican a la pesca y las mujeres cuentan historias entre red y red. A casa de Otto llega un día una niña, Alma, a la que su padre rescató del mar. Esto no es algo nuevo, cada vez llega más gente del mar a la isla. Cuerpos negros inundan la playa. A veces vivos, otras no. Pero esta vez, esta niña llegada del mar, en lugar de ir a una casa de acogida, va a casa de Otto y su familia. Una niña negra de grandes ojos asustados que no entiende ni una palabra de lo que le dicen, pero que lleva un amuleto. Un amuleto que es igual que otro que hace tiempo le regaló a Otto Suleman, otro chico llegado del mar.
Unos inicios complicados
A Otto la presencia de Alma en su casa no le gusta. Es más, le da miedo. Y para colmo tiene que cederle su habitación y ver como la atención de la familia se desplaza de él, el más pequeño, a esta niña. Esto le hace enfadarse y descargar su rabia contra Alma. Pero ese miedo se va a ir transformando en curiosidad y en algo de magia que hará a Otto entender un poco más a esa pequeña que él cree tan diferente a él y que ha puesto su vida patas arriba.
«Yo cerré los ojos y vi la imagen de la niña negra boca abajo en el agua Los bucles flotando, mecidos suavemente por el azul. No quería ver esa imagen, pero la veía.
Me daba miedo y pena, y más.
Es difícil de explicar, era como un sentimiento oscuro, un pesar que me cubría el pecho y los ojos. Como una sombra, y yo no sabía qué me pasaba.
Solo sabía que sin la niña negra yo no sentía todo eso».
Sentimientos encontrados y aceptación.
Que Mónica Rodríguez me conquista con sus historias no es un secreto. Puedes leer la reseña de Un gorrión en mis manos y de Esta, la vida. Con esta novela consigue, una vez más, revolvernos por dentro. Meternos en la piel de ese niño que tiene una lucha interna. Que quiere odiar pero que en el fondo siente mucha curiosidad por Alma. Una vez más esa lucha entre lo que se quiere mostrar al exterior y lo que se siente, de verdad, por dentro.
Mónica nos mete en la atmósfera de esa isla. Entre esos pescadores y ese mar azul que lo rodea todo; entre esas mujeres que arreglan redes y cuentan historias que pasan de generación en generación. Y en medio de todo eso, el drama humano, el de los ahogados. El de tantas y tantas personas que muchas veces, demasiado jóvenes, tienen que pasar por situaciones injustas y dolorosas a una edad en la que no toca.
Es difícil que una historia de Mónica te deje indiferente, las imágenes que describe con maestría te estallan en la cabeza y en el corazón. Siempre te invitan a reflexionar.
No dejaré de recomendar a esta autora que hace magia con las palabras. Su sensibilidad traspasa la piel y no leerla es perderse un trozo de belleza en este mundo. Así que lee a Mónica, por favor.
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Y con esto y Alma a leer con calma.
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