Cueto negro es una novela juvenil de Mónica Rodríguez que nos traslada a las montañas nevadas de la estación de esquí de Pajares, en Asturias. Allí su protagonista vivirá un fin de semana que le cambiará la vida.
Cecilia, Teresa, Mario y León
Cecilia y Teresa son hermanas. Suben todos los fines de semana a esquiar a la estación de esquí de Pajares, en la sierra de Cueto Negro. Allí, se alojan en un albergue junto a sus padres y otras familias. Ese fin de semana, en el albergue, están todos sus amigos, entre ellos Mario, un chico que hace que a Cecilia se le aceleren las pulsaciones. También está León, un niño vulnerable que vive encerrado en su propio mundo.
El fin de semana
Durante ese fin de semana, Cecilia va a despertar a muchas cosas: al amor, al deseo, al mundo adulto, pero también al desengaño y a la parte más oscura e injusta de la vida. Sin quererlo, presenciará un acontecimiento abominable y nosotros, los lectores, seremos testigos de cómo Cecilia maneja todo eso que acaba de descubrir.
La pérdida de la inocencia
Ese fin de semana cambiará a Cecilia para siempre. Las cosas que siente y de las que es testigo harán que su visión de la vida cambie; su mirada de niña se verá transformada y, de forma irremediable, solo podrá avanzar hacia delante en ese camino de descubrimiento y pérdida de la inocencia.
«Miré a un lado y otro del garaje, los trastos de esquí, una rueda gigantesca de repuesto, la puerta metálica y listada que daba al exterior; ese aspecto de boca de lobo, de cueva, de desván de montaña donde nada sucedía y donde todo iba a transformarse de un modo brutal, porque todo cabía en la palabra deseo, el infierno y la gloria. Todo cabía en la habitación escondida de ese garaje. Miré el suelo de cemento y no sabía qué hacer. Entonces sentí un tirón. Al momento estaba subiendo por las escaleras a carreras, empujada por mi hermana. Había vuelto a por mí y la seguí contenta. Siempre podía contar con ella.
Por detrás del ruido de nuestras pisadas, escuché la risa de Higinio, las voces múltiples de la televisión».
Cueto Negro
Cueto Negro es una novela magistral por varias razones: como siempre, por la capacidad narrativa y evocadora de su autora, Mónica Rodríguez, que nos clava las imágenes como espadas y nos atraviesa con las emociones de Cecilia. Por otro lado, la tensión narrativa es máxima hasta la última página: no podemos cerrar el libro sin saber la decisión que toma su protagonista, y eso nos mantiene pegados a las páginas, devorándolas con ansia y desasosiego.
Además, Mónica se atreve a tratar un tema que no es habitual encontrarse en la Literatura Infantil y Juvenil: los abusos. Y lo hace de una forma digna ovación: cruda, directa, nauseabunda, pero, a la vez, con esa sutileza que a ella le caracteriza. Y es que, lo que más me asombra de Mónica, es su capacidad de traspasarte y de contarte una historia con pocas palabras. Las justas y necesarias. No hace falta añadir más, todo queda dicho, todo queda transmitido. Ahora nos toca a sus lectores manejarlo y digerirlo.
Si te gusta escribir…
Fíjate cómo maneja Mónica la tensión narrativa durante toda la historia. Nos plantea una pregunta, la misma que se plantea la protagonista ¿Qué va a hacer con lo que ha visto? Y esa pregunta nos tiene cogidos de la camiseta de principio a fin. Esto es muy importante a la hora de escribir historias: generar en el lector preguntas que necesite responder. Por otro lado, si algo podemos destacar de la autora, es su lirismo. Utiliza las imágenes y las metáforas con mucha inteligencia y de forma eficaz, por eso, con pocas palabras, nos dice muchas cosas, porque, en escritura, es más importante mostrar que contar.
Si te apetece leer más reseñas de Mónica (sabes que yo tengo debilidad por ella) te dejo aquí las de Un gorrión en mis manos, Esta, la vida, Alma y la isla y La mujer del retrato.
Abrazos nevados